Los puentes de Madison County

Esta obra romántica (el título original en inglés es “The Bridges of Madison County”) es muy conocida, sobre todo por su versión cinematográfica, protagonizada por Meryl Streep y Clint Eastwood.

El autor

El estadounidense Robert James Waller nació en Charles City (Iowa) el 1 de agosto de 1939 y murió en Fredericksburg (Texas) el 10 de marzo de 2017. Fue profesor universitario de economía y negocios, así como fotógrafo y músico.

La obra

Se trata de una novela romántica que fue publicada en 1992.

A principios de la década de 1990, el autor realizó un viaje en el que fotografió los puentes cubiertos del condado de Madison (Iowa). Al parecer, este hecho, unido a una canción que él mismo había escrito unos años antes, que trataba sobre el sueño de una mujer llamada Francesca, le dieron la idea de la novela. La escribió en once días y la regaló a familiares y a algunas amistades, uno de los cuales vio el potencial de la obra y le pidió permiso para enviarla a algunos agentes literarios. La respuesta no tardó y pronto se convirtió en un best-seller. Cuando se estrenó la película, ya había vendido 9 millones de ejemplares.

Argumento

Cuenta la historia de Francesca Johnson, una mujer casada que vive en una granja del condado de Madison (Iowa) en la década de 1960. Un buen día, mientras su esposo y sus hijos han ido a la Feria Estatal de Illinois, conoce a Robert Kincaid, un fotógrafo que visita el condado de Madison para realizar un reportaje fotográfico sobre los puentes cubiertos de la zona.

La hasta entonces tranquila, incluso aburrida, vida de Francesca, se ve sacudida. Enseguida se enamoran. Cuatro días de pasión. Un corto pero intenso romance que tiene fecha de caducidad. Él debe irse y ella duda sobre qué debe hacer.

Adaptación al cine

Fue adaptada al cine en 1995, con Meryl Streep y Clint Eastwood como protagonistas y el propio Clint Eastwood como director. Pero la idea original no era esa. Steven Spielberg había comprado los derechos de la novela y quería dirigir él mismo la cinta, pero cuando descartó esa opción la ofreció a otros directores. Finalmente, fue Clint Eastwood, que ya había sido elegido como protagonista.

Respecto a la protagonista femenina, Meryl Streep no fue la primera opción. Algunas conocidas actrices quisieron desempeñar el papel, hasta que la madre de Clint Eastwood, Ruth Wood, le sugirió que la interpretara Meryl Streep.

Escena favorita

Atención: Si todavía no has leído el libro ni has visto la película, quizá deberías saltar al siguiente punto, dado que a continuación revelaré una parte de la trama (lo que suele llamarse hacer espóiler).

Mi escena preferida de la película es, sin duda alguna, la que podríamos llamar “escena del semáforo”, que tiene lugar hacia el final de la película. El esposo y los hijos de Francesca ya han vuelto a casa, Robert ya se ha ido, y Francesca va al pueblo a comprar con su marido. En un momento dado, coinciden en un semáforo, Robert con su camioneta delante, como primer vehículo de la fila, y detrás ella con su marido.

Durante unos segundos, que se hacen casi eternos, ella duda sobre qué debería hacer, si saltar del vehículo y correr hacia la camioneta de él, dejarlo todo atrás (esposo, hijos, casa…) y llevar una vida llena de amor; o, por el contrario, debe permanecer en el vehículo y conformarse con la vida monótona y tranquila que ha llevado hasta el momento.

Mientras el semáforo está en rojo, se lo va pensando. Y tiene tiempo gracias a que el semáforo tarda un rato en cambiar de rojo a verde. Para ser exactos, he cronometrado en la película el tiempo que transcurre. Desde que la furgoneta de Robert se detiene en el semáforo en rojo, hasta que este se pone en verde, transcurren un minuto y trece segundos.

Desgraciadamente, la mente de Francesca no le acaba de dar la señal necesaria para abrir la puerta del vehículo, el semáforo (por fin) cambia de rojo a verde… Pero no, todavía no está todo perdido, porque la camioneta todavía no ha arrancado. Todavía está a tiempo de saltar del vehículo y correr rauda hacia su verdadero amor. Robert no arranca la furgoneta enseguida. Es en ese momento, ya con el semáforo en verde, que la escena se vuelve, si es posible, aún más dramática. Francesca coge la manilla de la puerta, la mueve mínimamente, como si quisiera abrir, pero sin saber si abrir o no. La mueve solo un poco, apretándola con fuerza, esperando que su cerebro, de un momento a otro, dé por fin la señal necesaria a la mano derecha para que la abra de una vez. Pero el cerebro duda de qué orden debe dar. Supongo que por su mente debió pasar toda su vida, a cámara rápida, como suele decirse que te pasa cuando te encuentras en un momento crucial en tu existencia (sobre todo en algún momento dramático).

Ella aún espera la señal…

El marido empieza a impacientarse y hace sonar el claxon…

Entonces, finalmente, Robert se ve obligado a actuar, ya no puede esperar más. Llega el desenlace de la escena. La camioneta arranca, gira hacia la izquierda, y empieza a alejarse de forma inexorable.

También he cronometrado este rato y desde que el semáforo se pone en verde hasta que la furgoneta arranca, transcurren unos larguísimos y llenos de tensión cuarenta y tres segundos.

La música, las miradas y los gestos de esta escena, todo parece ser perfecto.

Puedes notar el dolor, el deseo y el amor, a la vez.

Se trata de una escena impresionante, porque en la cara de Francesca ves reflejada, de forma perfecta, la guerra interna que en ese momento se está librando en su mente.

La mano en la manilla de la puerta del vehículo es un sublime colofón a una maravillosa historia de amor. Es el momento de la decisión o del eterno arrepentimiento.

Y lo peor es que Francesca, en ese vital momento, no puede ni llorar, no puede desahogarse, porque tiene a su lado al marido. Debe disimular. De lo contrario, habría llorado hasta quedarse sin lágrimas.

¿Habría sido egoísta por parte de ella marcharse con Robert? ¿A veces hay que pensar en uno mismo y no en los demás? Estos y otros interrogantes te quedan después de ver esa escena.

Aunque hayas visto la película varias veces, es normal que la escena de la furgoneta vuelva a atraparte. De repente, te das cuenta de que estás en tensión, esperando que, esta vez sí, Francesca abra la puerta y corra hacia Roberto, dejándolo todo atrás. Pero nunca es así. Aunque sea lo que quizás nos gustaría ver, no es así. No sé si nunca se le ha ocurrido a nadie hacer una versión en la que ella salta del vehículo y huye con Robert. Sería interesante poder saber cómo habrían continuado sus vidas, tanto la de ella con Robert, como la del marido con sus hijos.

¿El orden de los factores altera el producto?

Existe el dilema, creo que debe ser universal, de si es mejor primero leer el libro o primero ver la película. Quizás depende de cada libro o de cada película. Y me parece que no seré yo quien acabe con esa duda casi existencial, pero voy a dar mi opinión.

Si lees primero el libro, tu mente imagina a los personajes de una determinada manera. Después, cuando ves la película, puede que los personajes se parezcan o no a lo que habías imaginado. Si se parecen, no ocurre nada. Pero, si no se parecen nada, puede que la película te decepcione.

Por el contrario, si ves primero la película, tu mente ya tiene fijados a los personajes y cuando, posteriormente, lees el libro, no es necesario imaginarlos, porque ya los has visto. Entonces, no aparece un contraste entre la película y la novela.

La segunda parte

En 2002, diez años después de la publicación de Los puentes de Madison, el mismo autor publicó la segunda parte, la continuación, con el título de “Los caminos del recuerdo”. Se trata de la conclusión a la historia de amor. Ambientada en 1981, dieciséis años después de la historia de amor, en ella hay algunas sorpresas y Robert Kincaid encontrará un nuevo sentido a su vida.

Reflexión final

Algunas frases que me evoca esta historia de amor son las siguientes:

El amor puede hacer sufrir, tanto de dolor como de placer.

La vida está llena de decisiones difíciles. Algunas se pueden revertir al cabo de un tiempo, a través de una segunda oportunidad. Sin embargo, hay opciones que solo pasan una vez en la vida. Y son las más difíciles de elegir. Porque a menudo eres consciente de que no se va a dar una segunda oportunidad. Esto es lo que provoca aún más presión a la hora de decidir. Pero ¿cómo renunciar a un amor así? ¿Demuestra más valentía el hecho de haberse quedado que si se hubiera marchado?

Algunas frases significativas de la obra pueden ser las siguientes:

  1. Francesca: “Si me voy no rompería mi mundo, sino el de ellos”, refiriéndose a los hijos.
  2. Francesca: «Os dediqué mi vida a vosotros (los hijos), dejad que le dedique a él mi muerte».
  3. «No quiero necesitarte, porque no puedo tenerte».

Me gustaría mucho saber tu opinión.

¿Has leído la novela?

¿Has visto la película?

¿Qué te ha hecho sentir?

¿Te ha hecho llorar?

¿Qué habrías hecho en el lugar de Francesca? ¿Habrías bajado de la furgoneta? ¿Por qué?


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Sigue leyendo. Es una de las más maravillosas aventuras que cualquier persona puede tener”.

Lloyd Alexander (1924-2007), escritor estadounidense.

El diablo de los números

Gracias a este libro, las matemáticas pueden dejar de ser temidas y convertirse en una materia amena, divertida y, sobre todo, comprensible.

El autor

Hans Magnus Enzensberger nació en Kaufbeuren (Alemania) el día 11 de noviembre de 1929, en el seno de una familia burguesa.

Estudió Literatura y Filosofía, se doctoró en 1955 y ejerció la docencia hasta 1957.

Inició su carrera literaria en 1957, con un libro de poemas, pero también escribió ensayo, teatro, obras infantiles y juveniles…

Recibió varios premios, como el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, en 2002.

Es considerado como uno de los representantes más importantes del pensamiento alemán de la posguerra.

Murió en Múnich (Alemania) el 24 de noviembre de 2022.


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La obra “El diablo de los números”

Se trata de una novela ambientada en los sueños de un chico, Robert, a quien no le gustan las Matemáticas, como le sucede a muchas personas, porque no acaba de comprenderlas. Pero una noche sueña con un demonio que pretende iniciarlo en la ciencia de los números.

Al principio, Robert cree que es una de sus habituales pesadillas, pero pronto se dará cuenta de que solo es el inicio de un apasionante recorrido por el mundo de las Matemáticas.

El demonio le hará abandonar los tópicos y le hará acceder a niveles superiores. A medida que van avanzando las explicaciones, los números se van volviendo cada vez más absorbentes. Es como si de magia se tratara. Robert quiere saber más y más, hasta que, al fin, el demonio le hace comprender que algunos problemas y algunas paradojas pertenecen a las altas esferas de la ciencia.

El demonio le plantea las cuestiones matemáticas de forma amena, emplea ejemplos gráficos y cercanos a él. De este modo, las matemáticas comienzan a dejar de ser una cuestión bastante abstracta, sin sentido, casi imposible de comprender. Y no solo para Robert, también para toda esa persona que lea el libro. El demonio hace que las matemáticas sean más llevaderas gracias a la utilización de dibujos, paisajes, palabras sencillas de comprender y fáciles de memorizar, todo ello con juegos didácticos.

Mediante una lectura amena, se exponen los conceptos matemáticos explicados paso a paso y en ocasiones con términos simplificados, que los hace aún más fácilmente comprensibles.

A menudo se ha comentado que era un libro para todas las personas que tenían miedo a las matemáticas; pero no es necesario tenerle miedo para leerlo. Lo único necesario es tener ganas de aprender cuestiones significativas, curiosas, casi increíbles, de las matemáticas.


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El libro se desarrolla en doce capítulos, que representan doce noches durante las cuales el demonio le enseña a Robert trucos sobre el increíble mundo de los números.

Primera noche

El diablillo le comenta a Robert que para empezar con los números es suficiente con el número 1.

Segunda noche

El diablillo comenta que falta el número cero y explica que los números romanos pueden resultar difíciles precisamente por eso, porque no está el número cero. Además, le explica la importancia del cero, sin el cual las operaciones no funcionan. Gracias a esta cifra, es posible saltar números y elaborarlos grandes y pequeños.

Los números romanos.

Tercera noche

Robert aprende las divisiones y todas las formas posibles de dividir.

Cuarta noche

Robert aprende las raíces cuadradas y que existen unos números llamados irracionales.

Quinta noche

Le enseña los números triangulares y los números cuadrados.

Sexta noche

El diablullo habla sobre los números de Fibonacci, pero Robert se agobia y decide dejar de lado los números y esperar a que suene la alarma del despertador.

Representación gráfica de la sucesión de Fibonacci.

Séptima noche

Robert aprende sobre los números triangulares, los saltados y los pares e impares.

Octava noche

Esta noche Robert se encuentra en una clase donde el diablillo es el profesor.

Novena noche

Robert sueña que todos los números son ciclistas, pero el cero no está, porque está enfermo.

Décima noche

El diablillo y Robert hablan sobre las diferentes clases de números que ya han tratado.

Undécima noche

El diablo explica que las matemáticas funcionan bajo una especie de principio en el que todo debe demostrarse.

Duodécima noche

La última noche, el diablillo y Robert son invitados a una cena con famosos matemáticos de la historia, como Euler, Gauss, Pitágoras… Precisamente al leer la invitación, es cuando Robert descubre que el demonio se llama Teplotaxl.

Al despedirse, el diablillo le dice que ya posee todas las herramientas necesarias para resolver problemas matemáticos.

Al final, Robert está en clase y es capaz de resolver todos los problemas que pone el profesor, dado que ha aprendido todo lo que necesitaba saber sobre las matemáticas.


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Conclusiones

Se trata de una obra totalmente recomendable. Para los niños, porque les ayuda a enfrentarse a las matemáticas de forma diferente, a perderle el miedo que a veces le tienen. Porque en este libro las matemáticas se muestran de forma amena e incluso divertida. Siempre es de agradecer que un libro pueda motivar a los niños a querer aprender más sobre una materia, las matemáticas, que en muchas ocasiones es vista como difícil y aburrida.

Pero no solo es recomendable para gente joven, también lo es para personas adultas que deseen aprender más cuestiones sobre los números o que quieran recordar algunos conceptos medio olvidados. Por eso, aunque tenga un formato de cuento infantil, puede ser recomendable a cualquier edad.

Especialmente, es recomendado para cualquier estudiante de matemáticas y para cualquier amante de las matemáticas.

En forma de cuento, se explican aspectos importantes y, a priori, difíciles de comprender, pero de forma muy amena y comprensible.

Es un libro para descubrir soluciones muy interesantes sobre el mundo de los números.

Además, debe tenerse en cuenta que con esta lectura se obtiene mucha información relevante; no solo para las clases, sino también para llevar a la práctica en la vida cotidiana, dado que de forma continua estamos empleando números, que son necesarios en varios momentos y en diversas situaciones de nuestra vida.


En la teoría y en la práctica, una biblioteca es un palacio de maravillas que mejora la vida”.

Gail Honeyman (nacida en 1972). Novelista escocesa.


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El hombre en busca de sentido

A través de las experiencias que tuvo que vivir en su propia carne, el autor nos invita a plantearnos una de las cuestiones que más ha hecho pensar a la humanidad: el sentido de la vida.

Hace algún tiempo, una buena amiga (Sandra) me recomendó este libro. Aunque he tardado un poco, finalmente lo he leído y me ha parecido conveniente dedicarle esta publicación.

Ante todo, sería bueno comentar que, aunque en esta obra se haga referencia a la palabra “hombre” en sentido global, actualmente sería más correcto, utilizando el lenguaje inclusivo, utilizar la palabra “persona”, por ejemplo. Pero no se ha cambiado para mostrar la obra tal y como fue escrita en su momento.

El autor

Viktor Emil Frankl, segundo de tres hermanos, nació en Viena (Austria) el 26 de marzo de 1905, en el seno de una familia judía practicante.

Cuando tenía cuatro años, una noche despertó sobresaltado pensando en que, como todo el mundo, algún día debía morir. Fue cuando empezó a preguntarse qué sentido tenía la vida.

En aquella época, el Psicoanálisis de Sigmund Freud empezaba a ser popular, lo que influyó en su interés por la Psicología y la salud mental.

(Aprovecho la ocasión para recomendar la lectura de la publicación titulada “Psicopatología de la vida cotidiana”, sobre esta obra de Sigmund Freud.)

Viktor Frankl también se interesó por la Filosofía y siendo todavía menor de edad dio algunas charlas en las que compartía sus reflexiones.

Estudió Medicina en la Universidad de Viena y se especializó en Neurología y Psiquiatría.

Mientras estudiaba, empezó a cartearse con Sigmund Freud, quien incluso llegó a publicar en la Revista Internacional de Psicoanálisis un artículo enviado por el joven estudiante. Más tarde, Frankl se fue distanciando de las teorías de Freud, que consideraba demasiado reduccionistas y al graduarse se unió al grupo de Alfred Adler, fundador de la segunda escuela vienesa de psicoterapia: la Psicología individual (la primera escuela era la psicoanalítica). Según Adler, el ser humano está motivado por una búsqueda de poder que se mueve por cierto complejo de inferioridad. Pero Frankl no estaba de acuerdo con que aquella fuera la motivación principal del ser humano; así que fundó la tercera escuela vienesa de psicoterapia: La Logoterapia y el Análisis Existencial.

En 1927 entró en contacto con el pensamiento de Max Scheler, filósofo fundamental para comprender el Análisis Existencial y la Logoterapia frankliana y que Frankl reconocería como su gran maestro.

Entre 1933 y 1937 trabajó en el Hospital General de Viena. De 1937 a 1940 practicó la psiquiatría de forma privada. De 1940 a 1942 dirigió el departamento de Neurología del Hospital Rothschild, el único hospital de Viena donde se admitían judíos.

Viktor Frankl fotografiado en 1965. Autor: Prof. Dr. Franz Vesely (Viktor-Frankl-Archiv). Distribuida por Wikimedia Commons bajo licencia CC BY-SA 3.0 DE.

La vida en los campos de concentración

Viktor Frankl pensaba que en la existencia el dolor era una cuestión inevitable, que formaba parte de la naturaleza humana y que suponía una oportunidad de desarrollo, de aprendizaje y de sentido.

Esta visión de la vida fue puesta a prueba cuando, en 1942, fue internado en un campo de concentración nazi. En tres años, pasó por cuatro campos de concentración, incluido el de Auschwitz.

(Encontraréis más información sobre la subida de Hitler al poder, las causas y las consecuencias, en la publicación “El diario de Ana Frank”).

En aquellos momentos, la influencia del pensamiento de Max Scheler, que se fundamenta en el poder de oposición espiritual por el que una persona puede hacer frente a una realidad terrible, le ayudó a soportar las barbaries del campo de exterminio; donde perdió casi toda su familia (madre, padre, hermano, cuñado y esposa); solo sobrevivió la hermana, que logró huir antes del internamiento. «Me encontraba solo con mi existencia literalmente desnuda», dijo posteriormente.

Aunque observó como muchas personas a su alrededor se quitaban la vida, él se prometió que aprendería algo de aquello tan terrible para, posteriormente, utilizarlo por el bien de la humanidad.

Frankl denominó al período de internamiento como su experimentum crucis (un experimento crucial, capaz de determinar de forma contundente si una hipótesis es superior al resto de teorías aceptadas por la comunidad científica).

¿Casualidad o destino?

Al finalizar la guerra, la furgoneta de rescate suizo que debía salvarlos cerró sus puertas justo cuando le tocaba subir a él. Tuvo que esperar varias horas, que le parecieron muchas más, hasta que llegó la siguiente. Fue entonces cuando se percató de que la anterior furgoneta en realidad era un engaño para llevar más judíos a la muerte.

Después del internamiento

Cuando estuvo algo recuperado, escribió la publicación “Un psicólogo en un campo de concentración”, a partir de la cual se creó el libro “El hombre en busca de sentido”; obra traducida a decenas de idiomas en la que relata todo lo que vivió y guía a las personas que buscan el sentido de la vida a intentar encontrarlo a través de la Logoterapia.

En 1947 se casó con Eleonore Schwindt, de quien llegó a decir que le convirtió “de un hombre que sufría a un hombre que amaba”, y con quien compartió el resto de su vida.

Fue director del Hospital Policlínico de Viena durante veinticinco años.

Escribió más de una veintena de libros.

Orador convincente y apasionado, recorrió los cinco continentes para difundir el mensaje de la Logoterapia y el Análisis Existencial.

Le otorgaron más de veinte títulos honoris causa en distintas universidades de todo el mundo.

El 2 de septiembre de 1997, a los 92 años, murió en Viena.

Su vida podría resumirse, con sus propias palabras: “Encontré el sentido de mi vida en ayudar a los demás a encontrar su sentido”.

La Logoterapia y el Análisis Existencial

Conocida como la tercera escuela vienesa de psicoterapia, se trata de una terapia centrada en el sentido, que ayuda a las personas a amar de nuevo la vida y descubrir su capacidad para superar los momentos difíciles.

Todo el mundo, en alguna ocasión, se ha cuestionado sobre su propósito en la vida o sobre por qué existimos; y la Logoterapia y el Análisis Existencial acompañan a las personas en busca de sus propias respuestas.

Dado que «logos» (de origen griego) significa sentido, propósito, la Logoterapia es la curación a través del sentido. Por eso, plantea que la primera fuerza motivadora del ser humano es la lucha por encontrar un sentido a la propia vida.

El Análisis Existencial representa la teoría y fundamentación antropológica de la Logoterapia, implica la comprensión existencial de lo que es el ser humano, como ser libre.

Los 7 principios clave de la Logoterapia son los siguientes:

  1. Los seres humanos son libres para cambiar su actitud frente a la vida.
  2. Las personas se mueven por un ansia de sentido, buscando el significado de su existencia.
  3. Hay que prestar atención a los pequeños momentos de plenitud.
  4. Hay que evitar las actitudes negativas que atentan contra el propio yo a pesar del sufrimiento de la vida.
  5. Es útil distanciarse de sí mismo para ver el significado de acciones y sentimientos.
  6. Es necesario fomentar el sentimiento de trascendencia.
  7. Se puede variar el foco de atención en un problema para verlo desde otro ángulo.

La obra “El hombre en busca de sentido”

La Filosofía se centra en intentar dar respuestas a las preguntas esenciales de la vida, entre ellas, como si no, el sentido de la existencia.

Encarcelado, observando y experimentando en primera persona, impotente, las condiciones de vida infrahumanas (hambre, frío, incertidumbre…) en las que debían sobrevivir, al menos intentarlo, Viktor Frankl concibió, en buena parte, “El hombre en busca de sentido”. Se trata, pues, de una obra surgida a partir de una de las peores experiencias que una persona puede sufrir: en el transcurso de una guerra, ser encarcelada en un campo de concentración.

En esta obra explica desde la vida cotidiana en Auschwitz hasta las diversas fases psicológicas por las que pasan las personas encarceladas (desde la llegada en tren hasta la liberación). Lo hace sin explayarse en los horrores como las cámaras de gas, dado que consideraba que eso ya estaba suficientemente explicado.

Según Frankl, las personas que habían sobrevivido no tenían por qué ser las mejores, sino que a menudo eran las que tenían un propósito en la vida, alguna tarea a realizar o alguien que les esperaba fuera.

La obra se divide en dos partes:

1ª parte. Un psicólogo en un campo de concentración

Se subdivide en tres fases:

1ª Fase. Internamiento en el Campo.

2ª Fase. La vida en el Campo.

3ª Fase. Después de la liberación.

2ª parte. Conceptos básicos de Logoterapia.

Frases significativas

Aunque podrían elegirse muchas más, a continuación se exponen algunas frases dignas de mención que aparecen en la obra. Cabe decir que en este apartado he contado con la inestimable colaboración de Sandra.

  1. Vivir es sufrir; sobrevivir es encontrar sentido al sufrimiento. En esta frase, que aparece al principio de la obra, se encuentra el tema central del Existencialismo.
  2. Si la vida tiene algún objeto, este no puede ser otro que el de sufrir y morir. Pero nadie puede decirle a nadie en qué consiste este objeto: cada uno debe encontrarlo por sí mismo y aceptar la responsabilidad que su respuesta le dicta. Si triunfa al afán, seguirá desarrollándose a pesar de todas las indignidades.
  3. Quien tiene un porqué para vivir, encontrará casi siempre el cómo. Es una frase de Nietsche, a quien a Viktor Frankl le gustaba citar.
  4. Si alguien nos preguntara sobre la verdad de la afirmación de Dostoyevski que asegura terminantemente que el hombre es un ser que puede ser utilizado para cualquier cosa, contestaríamos: “Cierto, para cualquier cosa, pero no nos pregunten cómo”.
  5. El humor es otra de las armas con las que el alma lucha por la supervivencia.
  6. Con el fin de la incertidumbre venía la incertidumbre del fin.
  7. El hombre que se dejaba vencer porque no podía ver ninguna meta futura, se ocupaba en pensamientos retrospectivos.
  8. Mirar el pasado es una forma de contribuir a apaciguar el presente y todos sus horrores, haciéndolo menos real. Pero desnudar el presente de su realidad comporta ciertos riesgos.
  9. Muchas veces es una situación externa, excepcionalmente difícil, lo que da al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de sí mismo.
  10. A los demás de nosotros, al mediocre y al indiferente, se les podrían aplicar las palabras de Bismarck: “La vida es como visitar al dentista. Se piensa siempre que lo peor está por venir, cuando en realidad ya ha pasado”.
  11. La emoción que constituye sufrimiento deja de serlo tan pronto como nos formamos una idea clara y precisa de este. (Ética, 5ª parte, «Sobre el poder del espíritu o la libertad humana», frase III).
  12. Debemos aprender por nosotros mismos y después enseñar a los desesperados que en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros.
  13. Debemos dejar de hacernos preguntas sobre el significado de la vida y, en su lugar, pensar en nosotros como seres a los que la vida les inquiriese continua e incesantemente.
  14. Se refirió a muchos compañeros que habían muerto en los últimos días por enfermedad o por suicidio, pero también indicó cuál había sido la verdadera razón de estas muertes: la pérdida de la esperanza.
  15. ¿Qué es, de hecho, el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración.
  16. El hombre que durante años había creído alcanzar el límite absoluto del sufrimiento se encontraba ahora con que el sufrimiento no tenía límites y que aún podía sufrir más y más intensamente.
  17. Este énfasis en la capacidad de ser responsable se refleja en el imperativo categórico de la Logoterapia: “Vive como si ya estuvieras viviendo por segunda vez y como si la primera vez hubieras obrado tan desacertadamente como ahora estás a punto de obrar”.
  18. En cuanto al suprasentido, Viktor Frankl afirma: “Este último sentido excede y sobrepasa, necesariamente, la capacidad intelectual del hombre; en Logoterapia utilizamos para este contexto el término suprasentido. Lo que se le pide al hombre no es, como predican muchos filósofos existenciales, que soporte la insensatez de la vida, sino más bien que asuma racionalmente su capacidad para aprehender toda la sensatez incondicional de esa vida. Logos es más profundo que lógica”.
  19. Nada se puede deshacer y nada se puede volver a hacer. Yo diría que haber sido es la forma más segura de ser.
  20. El ser humano no es algo más entre otras cosas; las cosas se determinan unas a otras; pero el hombre, por último, es su propio determinante. Lo que llegue a ser —dentro de los límites de las facultades y de su entorno— debe hacerlo por sí mismo.

Reflexión personal

Algunas personas, cuando deben enfrentarse a una obra de ciertas materias (Filosofía, Psicología…) lo hacen desde la cautela, incluso desde el miedo. Pueden pensar que se tratará de un libro complejo, escrito con un vocabulario demasiado técnico o especializado; que el contenido será muy denso, difícil de digerir; que el tema será tratado de forma enrevesada, con constantes alegorías o paradojas y un uso profuso del lenguaje figurado.

Esta obra, además de carecer de cualquiera de los temidos componentes citados anteriormente, posee algunas meritorias características:

1. Se trata de un libro escrito mediante un lenguaje sencillo.

2. Las distintas partes de la obra están estructuradas en breves capítulos. La brevedad de cada uno estimula la lectura, a seguir leyendo un capítulo más, y otro…

3. Cada capítulo está encabezado por un título, que ayuda a fijar el asunto que será tratado a continuación.

4. Los capítulos van dando visibilidad a diversas cuestiones o situaciones por las que pasaban las personas encarceladas.

5. La extensión de la obra, en torno a las 150 páginas, según la edición, puede hacerla aún más atrayente.

Algunos capítulos de la obra están escritos en primera y otros en tercera persona. Ignoro cuál era el objetivo de hacerlo de esta forma, o si había ningún objetivo. Tal vez, se trata de una suposición personal, ciertas cuestiones que vivió más de cerca o que le golpearon de forma personal son escritas en primera persona; y aquellas que vivieron todas las personas allí encerradas son narradas en tercera persona.

En resumen, se trata de un libro totalmente recomendable.


«No se puede abrir un libro sin aprender algo»

Confucio (551 aC-479 a. C.). Filósofo y pensador chino.


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Psicopatología de la vida cotidiana

La Teoría Psicoanalítica de Sigmund Freud se basa en que la mayor parte de las actividades que realizamos los seres humanos son inconscientes; solo un pequeño porcentaje las realizamos conscientemente.

Aunque algunas personas puedan pensar que leer o comentar una obra de Sigmund Freud tiene que ser poco menos que una tediosa pesadilla, al final de este artículo espero que hayan cambiado de opinión.

Sigmund Freud

Sigismund Schlomo Freud nació el 6 de mayo de 1856 en la ciudad de Příbor (en alemán Freiburg), situada en la región de Moravia, por aquel entonces integrante del Imperio Austríaco y que en la actualidad pertenece a la República Checa. Era el hijo mayor de Jacob Freud (1815–1896), comerciante de lana, y de Amalia Freud (de soltera Nathansohn, 1835–1930).

Sigmund Freud

Aunque no fue judío practicante, recibió una educación tradicional judía.

En 1860 la familia se trasladó a Leipzig y un año después se mudó a Viena, ciudad en la que Freud viviría prácticamente toda la vida.

Era buen estudiante y en 1873 consiguió una plaza en la Escuela de Medicina de la Universidad de Viena. En el Instituto de Fisiología de la Universidad de Viena, dirigido por Ernst von Brücke, se apasionó por la fisiología y era muy bueno en la investigación de la neurofisiología. Allí conoció al médico vienés Josef Breuer, con el que entablaría amistad y que sería de gran relevancia tanto en su formación como en la creación del psicoanálisis.

Gracias al profesor Brücke, obtuvo una beca para estudiar con el psiquiatra Charcot en el Hospital de la Salpêtriere de París y con Bernheim en Nancy; grandes científicos que investigaban la hipnosis como un tratamiento para pacientes con histeria y que marcaron de manera significativa a Freud.

Tras completar su formación como residente de neurología, en 1882 empezó a trabajar en el Hospital General de Viena. Posteriormente, en 1886, abrió su propia consulta de neuropsiquiatría. Allí trataba la histeria mediante la hipnosis y la catarsis, tal como había aprendido de su mentor Breuer en el tratamiento de Anna O.

El caso de Anna O.

La paciente que pasó a la historia con el nombre de Anna O. (su nombre real era Bertha Pappenheim) marcó un antes y un después en la carrera de Freud. Era una paciente de Breuer que sufría histeria, pero ambos (Breuer y Freud), que se habían conocido en el Instituto de Fisiología de la Universidad de Viena, se hicieron cargo de su problema.

Anna O., seudónimo de Bertha Pappenheim

A los 21 años, tras haber tenido que cuidar de su padre enfermo, Anna O. sufrió anemia y debilidad. Postrada en cama, surgieron malestares aún más alarmantes: parálisis, una grave perturbación del lenguaje (parafasia) y otros síntomas que aparecieron tras la muerte del padre y por los que fue diagnosticada como histérica.

Breuer enfocó el tratamiento empleando la escucha como principal herramienta. La inducía a un estado hipnótico, la animaba a que hablara y dijera cualquier cosa que le viniera a la mente y la persuadía para que rememorara las circunstancias previas a la primera aparición de cada uno de los síntomas padecidos.

Ella comenzó a llamar a esas sesiones, realizadas dos veces al día, “cura por la palabra” o “limpieza de chimenea”. Bajo esta última acepción quedó identificado el psicoanálisis en la historia. Breuer, por su parte, llamó a este procedimiento “método catártico”.

Al salir del trance hipnótico, los síntomas histéricos iban mejorando y desapareciendo uno a uno. El relato de los hechos traumáticos parecía aliviar, al menos parcialmente, la angustia de la paciente. Aparecían las bases de lo que sería el método de libre asociación o asociación libre, la Teoría del Psicoanálisis.

Aunque la terapia parecía funcionar, la paciente fue elaborando una transferencia afectiva con Breuer que provocaba fluctuaciones en sus estados de mejoría y empeoramiento de acuerdo a si el doctor estaba presente o no. Ante los celos de la esposa por dedicarle demasiado tiempo a la paciente, y tras un falso embarazo de esta, enamorada del terapeuta, Breuer optó por transferirla al cuidado de Freud.

En aquel entonces, la histeria era vista como una enfermedad de mujeres (de ahí su etimología, ya que la palabra histeria procede del griego hystera, que significa útero). Se suponía que a veces fingían tener problemas físicos solo con el objetivo de llamar la atención. Por el contrario, Breuer y Freud estaban convencidos de que ellas no mentían, ninguno de los dos pensaba que se trataba de una simulación.

Breuer descubrió que los pacientes histéricos no tenían dolencias físicas, sino que, en realidad, sus síntomas eran el resultado de la acción permanente de ciertas experiencias traumáticas del pasado que por su inadmisibilidad se habían reprimido, aunque no olvidado. Además, al liberar dichos pensamientos reprimidos, exteriorizándolos y aceptándolos de manera consciente, los síntomas desaparecían.

Posteriormente, Freud retomó lo que Breuer no había reconocido abiertamente; que en el fondo de todas estas neurosis histéricas yacía un deseo sexual.

Se concluyó que Anna O. había padecido abusos sexuales en su infancia por parte de un familiar.

Aunque tuvo dos internamientos y varias recaídas, hubo un punto en el que logró tener bajo control todos los síntomas que la aquejaban y se convirtió en una figura muy respetada. Fue una activista por los derechos de la mujer y de los niños (la primera mujer asistente social de Alemania) y también escritora y traductora de cierta importancia. Murió en 1936.

Anna O. será siempre recordada, no solo como la inspiración de la teoría de la personalidad más influyente, sino también por los propios logros y por la lucha por los derechos de las mujeres.

Once años después, Joseph Breuer y Sigmund Freud publicaron la obra “Estudios sobre la histeria”, en la que el psicoanálisis ya aparece como un enfoque diferenciado y cuyo caso más ilustrativo es el de Ann O. Hay quien llega a decir, de forma simbólica, que la histeria y Anna O. inventaron el psicoanálisis.

Teoría de Sigmund Freud: el psicoanálisis

Fascinado por la mente humana, Freud sentía especial curiosidad por los casos que en aquella época eran calificados como “inexplicables”.

Abandonando la hipnosis y la catarsis, fue enfocándose en las «enfermedades de los nervios» y el autoanálisis, y desarrolló una nueva técnica, la asociación libre, que consistía en animar a los pacientes a verbalizar cualquier producto de la mente, sin censura. Con ella, al mejorar los síntomas de los pacientes, se ganó la reputación como curador de la histeria.

En 1899 publicó “La interpretación de los sueños”, con la que se iniciaba una disciplina teórica y práctica en torno a la mente humana: el psicoanálisis.

En 1902 obtuvo el título de profesor extraordinario y el reconocimiento como el creador del psicoanálisis.

La creación del psicoanálisis modificó por completo lo que se conocía hasta entonces sobre la razón y la sinrazón.

Aunque no inventó el concepto de mente consciente versus mente inconsciente, sí lo hizo popular, sobre todo mediante la “Metáfora del iceberg”.

Metáfora del iceberg

La mente consciente

Es todo aquello de lo que nos damos cuenta en un momento particular: las percepciones presentes, memorias, pensamientos, fantasías y sentimientos.

El inconsciente

Es la fuente de nuestras motivaciones. Tenemos tendencia a negar o resistir estas motivaciones de su percepción consciente, de manera que solo son observables de forma disfrazada.

Es la parte más grande e incluye todas aquellas cosas que no son accesibles a nuestra consciencia, incluyendo muchas que se habían originado allí, tales como nuestros impulsos o instintos.

El preconsciente

Es el paso intermedio entre la mente consciente y el inconsciente (aquellos recuerdos que no están disponibles en el momento, pero que somos capaces de traer a la consciencia). De más fácil acceso que el inconsciente, alberga información bastante importante sobre nuestra identidad.

Objetivo del psicoanálisis

Es una teoría sobre el funcionamiento de la mente humana y una práctica terapéutica cuyo objetivo es modificar el comportamiento. Se basa en tres fuentes de información: la observación directa, los recuerdos infantiles y las interpretaciones.

El psicoanálisis ayuda a que el paciente entienda que el daño viene del conflicto interno, de tendencias e impulsos que no acepta, y no de fuera. Se trata de hacer consciente lo inconsciente, ya que, si no, lo descargará en forma de síntomas, actos fallidos y sueños. El paciente debe admitir esas tendencias que prefiere ignorar enfrentándose al conflicto para resolverlo o, si no tiene solución, para aprender a vivir con él.

Todo tiene que ver con la palabra, con el relato que uno puede construir sobre sí mismo. Hace falta tiempo para escuchar al paciente y para que él se escuche. Hablar, en sí, ya es terapéutico. La palabra cura, organiza, disuelve el trauma, da un nuevo sentido a lo que nos aqueja.

El objetivo del psicoanálisis es investigar aquellos contenidos psicológicos que, permaneciendo en una etapa inconsciente, afectan el comportamiento y la personalidad de los sujetos, lo que se manifiesta en forma de ansiedades, sueños y lapsos.

Funcionamiento del psicoanálisis

La clave está en el inconsciente, esa parte de nosotros mismos que no conocemos, donde el terapeuta busca las causas de las enfermedades mentales y las conductas des adaptativas.

La sanación pasa por hacer conscientes traumas reprimidos y asociaciones inconscientes de sentimientos y pensamientos. Entender los conflictos internos del pasado hace posible reaccionar bien ante las circunstancias presentes. Es un tratamiento largo, que precisa de sesiones semanales durante años. A cambio, según sus defensores, permite profundizar en la mente y ayudar al paciente a conocerse a sí mismo.

Está indicado sobre todo para las neurosis: fobias, obsesiones, problemas psicosomáticos, depresión, angustia…

Los síntomas son producto de un conflicto interno. Parte de ese conflicto es inconciliable con el sujeto que, por eso, lo expulsa de la conciencia en lugar de resolverlo. Lo expulsa al inconsciente, por un mecanismo de represión. Es entonces cuando pueden surgir síntomas, puesto que lo reprimido sigue activo en el inconsciente, pero fuera del control del yo. Los síntomas son un intento enfermizo de curación, porque alivian y permiten descargar parte del malestar del conflicto; sin embargo, producen un nuevo sufrimiento.

Persecución y emigración

Viena era una ciudad católica, por lo que las teorías sobre la sexualidad de Freud supusieron un gran escándalo. Aunque no fue eso lo que le impulsó a marcharse justo antes de la Segunda Guerra Mundial, sino la poca seguridad que ofrecía Viena para los judíos.

Freud, su esposa y su hija, Anna, abandonaron Viena el 4 de junio de 1938, acompañados por el personal de la casa y un médico.

Sigmund Freud murió en Londres el 23 de septiembre de 1939 del cáncer bucal que se le había diagnosticado en 1923 y por el cual fue operado hasta en 33 ocasiones. Dicha enfermedad le provocaba dificultades auditivas y le afectaba en la capacidad del habla. Sin embargo, continuó trabajando y escribiendo durante toda su vida.

El legado

Tras la muerte de Sigmund Freud, Anna, la hija, continuó sus estudios y las teorías sobre la psicología infantil. Fue una reconocida psicoanalista, especialmente en el campo del desarrollo psicológico.

Anna Freud

Anna y su grupo crearon una guardería y residencia destinadas a los niños que habían vivido terribles experiencias de bombardeos en la guerra y que se encontraban en una indigencia absoluta. Estas y otras experiencias llevaron a Anna Freud y a su amiga Dorothy Burlingham (que vivieron juntas cincuenta años) a percatarse de las causas que determinaban las reacciones psicopatológicas de los niños a los bombardeos. Algunas de estas ideas fueron recogidas en dos trabajos titulados “La guerra y los niños” y “Niños sin familia”. Su trabajo sentó las bases de la Clínica Hampstead de la posguerra (más tarde rebautizada como Centro Nacional Anna Freud para Niños y Familias).

Psicopatología de la vida cotidiana

Esta obra, publicada en 1904, es una de las más populares de Sigmund Freud. Ello se debe a que los temas que trata (olvidos mentales, equivocaciones en la conversación…) permiten al lector acercarse a su contenido mediante la simpatía que puede ocasionarle algunos de los ejemplos citados y comentados; en los que se verá reflejado, ya que todo el mundo se ha visto involucrado, en alguna ocasión, en un suceso parecido.

La palabra psicopatología hace referencia a la manera de errar humana, que revela las motivaciones inconscientes.

Se explican esos pequeños actos cotidianos, que suceden a diario, que pueden no ser una casualidad, sino estar teñidos de intencionalidad inconsciente o preconsciente, es decir, que parece que hacemos o decimos algo sin querer, aunque en el fondo sí queremos. Emergen del inconsciente, reapareciendo de forma distorsionada y ocasionando errores, y dejan entrever cierta información sobre los verdaderos deseos del individuo. Para Freud, si se produce un error es muy probable que haya un conflicto interno, una represión.

Aunque sean errores sin importancia grave (generalmente de naturaleza efímera y que no dejan gran huella en la vida de la persona), estar atentos y hacerlos conscientes puede ser de gran ayuda.

Un funcionamiento psíquico fallido tiene que poder explicarse por las siguientes condiciones:

A) No exceder los límites de lo normal.

B) Constituir un fallo o una perturbación momentánea y temporal, transitoria.

C) No tenemos que percibir la menor huella de una motivación del mismo, sino porque no hemos estado atentos o porque ha actuado la casualidad.

Portada de la primera edición (1904)

Esta obra está formada por multitud de ejemplos, clasificados en 12 grupos:

I. Olvido de nombres propios.

Estos casos de falla de una función psíquica -de la memoria-, nada gratos ni importantes en la práctica, admiten una explicación que va más allá de la usual valoración atribuida a tales fenómenos.

Sucede que no solo se olvida, sino que, además, se recuerda erróneamente. Freud suponía que los nombres sustitutivos estaban en visible conexión con el buscado y que junto a los sencillos olvidos de nombres propios aparecen otros motivados por represión.

II. Olvido de palabras extranjeras.

A diferencia del léxico habitual del idioma propio, los vocablos de un idioma extranjero no parecen hallarse protegidos del olvido dentro de los límites de la función normal, sino que todas las partes de la oración están igualmente predispuestas a ser olvidadas.

Freud expone que todos y cada uno de los casos que se sometan al análisis, conducirán siempre al descubrimiento de “casualidades” muy extrañas.

III. Olvido de nombres y de series de palabras.

Lo olvidado o deformado entra en conexión, por un camino asociativo cualquiera, con un contenido psíquico inconsciente, del que parte aquella influencia que se manifiesta en forma de olvido.

El motivo del olvido de un nombre puede ser algo más sutil; tal vez un rencor “sublimado” contra su portador. Las cosas se olvidan cuando nos remiten a algo que nos molesta.

IV. Recuerdos infantiles y recuerdos encubridores.

Existe una peculiaridad de la relación temporal entre el recuerdo encubridor y el contenido que bajo él queda oculto. El contenido del recuerdo encubridor pertenece a los primeros años de la niñez, mientras que las experiencias mentales por él reemplazadas en la memoria (y que permanecían casi inconscientes), corresponden a años muy posteriores de la vida del sujeto. Este tipo de desplazamiento fue denominado retroactivo o regresivo.

Lo más importante para la memoria se halla cronológicamente detrás del recuerdo encubridor. También puede presentarse una tercera variedad: que el recuerdo encubridor esté asociado a la impresión por él ocultada, no solamente por el contenido, sino también por la contigüidad en el tiempo. Estos serán recuerdos encubridores simultáneos o contiguos.

A diferencia del olvido de nombres (una perturbación momentánea) los recuerdos encubridores son algo que poseemos durante largo tiempo sin que sufran perturbación alguna, dado que los recuerdos infantiles indiferentes parecen poder acompañarnos, sin perderse, a través de un amplio período de nuestra vida.

Es muy posible que este olvido de la niñez nos pueda dar la clave para la comprensión de aquellas amnesias que se encuentran en la base de la formación de todos los síntomas neuróticos.

V. Equivocaciones orales.

La perturbación del discurso que se manifiesta en forma de equivocación oral puede ser causada por la influencia de otros componentes del mismo discurso, como un sonido anticipado, un eco o por el hecho de tener la frase o su contexto un segundo sentido diferente de aquel en que se desea emplear.

Pero dicha perturbación también puede deberse a influencias exteriores a la palabra, frase o contexto, ejercidas por elementos que no se tiene intención de expresar y de cuyo estímulo, solo por la perturbación producida, nos damos cuenta.

VI. Equivocaciones en la lectura y en la escritura.

A las equivocaciones en la lectura y en la escritura pueden aplicarse las mismas consideraciones y observaciones que a los lapsus orales, debido al íntimo parentesco que existe entre todas estas funciones.

VII. Olvido de impresiones y propósitos.

Ningún otro grupo de fenómenos es más apropiado que el olvido de propósitos para la demostración de la tesis de que la escasez de atención no basta por sí sola para explicar los rendimientos fallidos.

Un propósito es un impulso a la acción que ha sido aprobado pero cuya ejecución ha quedado aplazada hasta el momento propicio para llevarla a cabo. No obstante, en este intervalo de tiempo los motivos del propósito pueden sufrir una modificación que comporte la no ejecución del mismo. Entonces, no puede decirse que olvidamos el propósito formado, pues lo que hacemos es revisarlo y omitirlo por el momento.

Los casos de omisión por olvido podían ser atribuidos siempre a una intervención de motivos desconocidos e inadmitidos por el sujeto mismo o a un deseo contrario.

VIII. Torpezas o actos de término erróneo.

Las equivocaciones orales no son algo que se manifieste aislado dentro de su género, sino que va unido a los demás errores que se cometen con frecuencia en diversas actividades, errores a los que solemos dar un tanto arbitrariamente el nombre de distracciones.

Se sospecha de la existencia de un sentido y una intención detrás de las pequeñas perturbaciones funcionales de la vida cotidiana de los individuos sanos.

IX. Actos sintomáticos y casuales.

Los actos casuales no se diferencian de los actos de término erróneo más que en que desprecian apoyarse en una intención consciente y, por tanto, no necesitan excusa ni pretexto alguno para manifestarse. Surgen con una absoluta independencia y son aceptados naturalmente, porque no se sospecha de ellos finalidad ni intención alguna. Se ejecutan estos actos «sin idea ninguna», por «pura casualidad» o por «entretener en algo las manos», y se confía en que tales explicaciones bastarán a aquel que quiera investigar su significación. Estos actos, al igual que todos los otros fenómenos mencionados, desempeñan el papel de síntomas.

En el tratamiento psicoanalítico de los neuróticos es donde se puede observar mayor número de tales actos, sintomáticos o casuales.

X. Errores.

Los errores de la memoria solo se distinguen de los olvidos acompañados de recuerdo erróneo en que el error (el recuerdo erróneo) no es reconocido como tal, sino aceptado como cierto.

XI. Actos fallidos combinados.

Son la combinación de un acto sintomático con la pérdida temporal de un objeto, por ejemplo. Esta metamorfosis del acto fallido da, alcanzando igual resultado, la impresión plástica de una voluntad que tiende hacia un fin determinado y contradice aún más enérgicamente la concepción de que el acto fallido sea puramente casual y no necesitado de explicación alguna.

XII. Determinismo, creencia en la casualidad y en la superstición. Consideraciones.

Ciertas insuficiencias de nuestros funcionamientos psíquicos y ciertos actos aparentemente no intencionados se demuestran motivados y determinados por motivos desconocidos de la consciencia cuando se los somete a la investigación psicoanalítica.

Para ser incluido en el orden de fenómenos a los que puede aplicarse esta explicación, un funcionamiento psíquico fallido debe cumplir las condiciones siguientes:

A) No exceder de cierta medida fijamente establecida por nuestra estimación y que designamos con los términos “dentro de los límites de lo normal”.

B) Poseer el carácter de perturbación momentánea y temporal. Debemos haber ejecutado antes el mismo acto correctamente o sabernos capaces de ejecutarlo así en toda ocasión.

C) Si nos damos cuenta del funcionamiento fallido, no debemos percibir la menor huella de una motivación del mismo, sino que debemos inclinarnos a explicarlo por “falta de atención” o como “casualidades”.

Conclusión

El libro “Psicopatología de la vida cotidiana” está formado por una extensa lista de ejemplos de cada uno de los 12 apartados en que está dividido. Algunos, tal vez la mayoría, pueden resultar divertidos, sobre todo si no le han sucedido a uno mismo.

Todas estas clases de errores, ya sean verbales, gestuales, de comportamiento…, para Freud son algo más que simples errores.

En un ejercicio de extrema simplificación, se podría decir que todos estos errores parecen indicarnos, en sus variadas formas, aspectos que existen en nuestro inconsciente, pero que, por diversas razones, intentamos evitar, ocultar, olvidar…

De la multitud de ejemplos de la obra, me gustaría finalizar exponiendo de manera breve uno que aparece en el apartado X- Errores y que Freud explica que le fue relatado por un testigo presencial.

Se trata de una mujer que había estado paseando con su marido y dos amigos de este, uno de ellos amante de la señora. Al llegar ante la casa del matrimonio, la señora se cogió del brazo del amante y se iba a despedir del marido. Asustada al darse cuenta de lo que estaba haciendo, se desprendió del brazo del amante y dijo “Parece mentira que pueda pasarle a uno una cosa así”. Valga decir que el marido no dio mayor importancia a la escena, ya que tenía por imposible una infidelidad de la esposa.

Este caso ejemplifica a la perfección que, en realidad, la mujer prefería irse con el amante que con el marido y, simplemente, su inconsciente actuó y se lo mostró.

De vez en cuando, nuestro inconsciente hace lo mismo con nosotros, aunque, probablemente, hagamos caso omiso de sus avisos.


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La lectura es un ejercicio de empatía; un ejercicio para caminar en los zapatos de otra persona por un tiempo«.

Malorie Blackman (nacida en 1962). Escritora británica.

El diario de Ana Frank

«El pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla», frase atribuida al filósofo George Santayana, es el lema que en polaco e inglés figura escrito a la entrada del bloque número 4 del campo de exterminio de Auschwitz.

Nacida en Frankfurt (Alemania) el 12 de junio de 1929, Ana Frank era la segunda hija de Otto Heinrich Frank y Edith Holländer, judíos alemanes reformistas. La hermana se llamaba Margot y había nacido en 1920.

Ana Frank en la escuela, en 1940.

Antecedentes históricos

Después de la I Guerra Mundial, el 1919 se firmó en Versalles el tratado de paz entre las potencias aliadas y Alemania, país que, considerado responsable de la guerra, tenía que indemnizar los daños sufridos por los aliados (evaluados en treinta y dos mil millones de dólares de la época). Alemania quedó marcada por haber aceptado una paz percibida como una rendición incondicional y por una crisis económica que causó una hiperinflación.

El profundo descontento social fue aprovechado por un pequeño partido surgido entre el 1919 y el 1921, el Partido Obrero Alemán, que tomó un año después el nombre de Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP). Liderado por Adolf Hitler, enardecía las masas con un programa antisemita, de un nacionalismo expansivo y agresivo. En 1923, después de probar de dar un golpe de estado en Múnich, acción que acabó con veinte muertos, recibió una condena leve, inferior a un año. Aquel episodio hizo visible Hitler y lo situó en la carrera hacia el poder.

El presidente de la República era Paul von Hindenburg, figura unitaria de los partidos conservadores y candidato de consenso de estos partidos a las elecciones presidenciales de 1925, que ganó por una estrecha mayoría.

En las elecciones de noviembre de 1932, el NSDAP obtuvo un 32% de los votos, siendo el partido más votado, y el 30 de enero de 1933, después de la renuncia del canciller, Von Hindenburg llamó a Hitler para ser canciller de Alemania y presidir un gobierno de concentración nacional. Entonces, Hitler usó estratagemas legales para aglutinar cada vez más poder. A la muerte de Hindenburg (1934) asumió todos los poderes. Tenía vía libre para imponer sus ideas.

Huida

Con este ambiente político, los Frank temían por su seguridad si permanecían en la Alemania nazi. Otto Frank encontró trabajo en Opekta Works, una sociedad que vendía la pectina extraída de las frutas, y un piso en Merwdeplein, a las afueras de Ámsterdam, donde en febrero de 1934 se instaló la familia. En la escuela, Ana descubrió sus aptitudes para la lectura y la escritura.

En mayo de 1940, Alemania invadió Países Bajos y el gobierno de ocupación comenzó a perseguir a los judíos instaurando leyes represivas y discriminatorias.

Estrella de David amarilla típica que todos los judíos debían llevar durante la ocupación nazi.

En su decimotercer aniversario, el 12 de junio de 1942, Ana recibió como regalo un libro de autógrafos, encuadernado con tela roja y blanca y provisto de un pequeño cierre delante. Lo utilizó como diario y comenzó a escribir, describiéndose personalmente, así como a la familia y a las amistades. También explicó los cambios como testigo de la ocupación alemana y suministró detalles sobre la opresión creciente de los nazis.

Otto Frank, el padre, había estado preparando un plan con los empleados más fieles y el 6 de julio de 1942 la familia decidió esconderse en habitaciones detrás de los despachos de la sociedad. El piso donde vivían fue dejado en un desorden aparente para dar la impresión que habían marchado repentinamente, y dejaron una nota indicando que se habían ido a Suiza. La necesidad del secreto de la operación hizo que abandonaran al gato de Ana, Moortje.

Fachada del inmueble de la sociedad Opekta. El escondite se encontraba detrás.

El anexo o escondite era un espacio a tres niveles detrás del edificio al cual se accedía por un rellano situado sobre los despachos de la sociedad Opekta. En el primer nivel había dos pequeñas habitaciones con un cuarto de baño. Encima había un vasto espacio abierto con una pequeña habitación adyacente. Desde esta pequeña habitación, una escalera daba al granero. La puerta del anexo, para evitar que fuera descubierto, fue escondida detrás de una librería.

Victor Kugler, Johannes Kleiman, Miep Gies y Bep Voskuijl eran los únicos empleados que sabían dónde se escondía la familia Frank.

Ana pasaba el tiempo leyendo, estudiando y escribiendo el diario. Además de suministrar una descripción de los acontecimientos en orden cronológico, escribía sobre sus sentimientos, el miedo por vivir escondida, las creencias, las ambiciones, entre las cuales había la de llegar a ser escritora… Hasta la primavera 1944 escribía para ella misma, pero cambió de parecer al escuchar en la radio de Londres al ministro de Educación del Gobierno neerlandés en el exilio, quién declaró que después de la guerra habría que reunir y publicar todos los sufrimientos del pueblo neerlandés durante la ocupación alemana. Citaba, a modo de ejemplo, los diarios íntimos. Entonces, Ana decidió que publicaría un libro después de la guerra, usando el diario de base. Por este motivo, reescribió el diario, corrigiendo y suprimiendo los pasajes que consideraba menos interesantes, o añadiendo otros.

Detención y deportación

La mañana del 4 de agosto de 1944, el escondite fue invadido por los servicios de seguridad de la policía alemana. Victor Kugler y Johannes Kleiman fueron encarcelados y Miep Gies y Bep Voskuijl, después de ser interrogados, fueron dejados en libertad. Más tarde, volvieron al escondite, donde encontraron más de 300 páginas manuscritas de Ana esparcidas por tierra. Gies pensó que se las devolvería a Ana después de la guerra.

Los ocupantes del escondite fueron transportados al cuartel general de la Gestapo donde los interrogaron. El 5 de agosto los transfirieron a la Casa de Detención. Dos días más tarde, fueron transportados al campo de concentración de Westerbork, un campo de tránsito situado en Países Bajos.

Mapa de los campos de exterminio nazis.

El 3 de septiembre, el grupo fue deportado de Westerbork al campo de exterminio de Auschwitz. El 28 de octubre, nuevas selecciones de mujeres hicieron que Ana y Margot fueran trasladadas al campo de concentración de Bergen-Belsen. Edith Frank permaneció en Auschwitz-Birkenau, donde murió de hambre y agotamiento el 6 de enero de 1945.

Las condiciones en Bergen-Belsen también eran miserables. Casi no había comida y hacía mucho frío. Ana y Margot contrajeron fiebre tifoidea y murieron en febrero de 1945, Margot primero, poco después Anna.

Solo Otto Frank, el padre, sobrevivió. Al volver a Ámsterdam se enteró de las muertes de la esposa y las dos hijas. Allí, Miep Gies le dio el diario. Sabiendo que Ana deseaba hacerse escritora, consideró la idea de publicar-lo.

Publicación del diario

Otto Frank dio el diario a la historiadora Annie Romein-Verschoor, quién intentó sin éxito publicarlo. Su esposo, Jan Romein, en 1946 escribió un artículo sobre el diario, en el que afirmaba que encarnaba toda la crueldad del fascismo, que atrajo la atención de editores y consiguió que el diario fuera publicado en 1947. Con el paso del tiempo, su popularidad fue creciendo.

Con la muerte de Otto Frank (en 1980 en Basilea, Suiza), el diario original fue dejado en herencia al Instituto para la Documentación de la Guerra de Países Bajos.


Con este artículo colaboré en la antología titulada “Guerra y paz”, publicada por Letralia con motivo del 26º aniversario de su fundación.

Puedes consultar toda la información y leer la antología (mi participación ocupa las páginas 31 a 37) en el siguiente enlace:

https://letralia.com/editorial/especiales/letralia26

También puedes visualizar y leer mi colaboración en el siguiente enlace:

https://letralia.com/editorialletralia/especiales/guerraypaz/2022/05/21/el-diario-de-ana-frank


«Para soñar no hay que cerrar los ojos, hay que leer«.

Michel Foucault (1926-1984). Filósofo francés.


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El principito

Escrita por Antoine de Saint-Exupéry, la obra «El principito» apareció publicado por primera vez en Nueva York el 6 de abril de 1943.

Quien más quien menos, casi todo el mundo ha oído hablar de esta obra y conoce su argumento. Aunque, en principio, pueda parecer que se trata de una obra destinada a un público infantil, no es así. En realidad, está destinada a ser leída por cualquier persona de cualquier edad.

Leí este libro hace unos años. De pequeño no lo había leído, pero, un buen día, una persona licenciada en filología me lo recomendó con vehemencia. Aunque entonces debía tener unos veinticinco años, me aseguró que me gustaría. Y así fue. Además, es un libro no muy extenso, que recomendaría a todo el mundo que todavía no lo haya leído, tenga la edad que tenga.

Se trata de un cuento poético y filosófico bajo la apariencia de un cuento para niños. El lenguaje, sencillo, destinado a ser comprendido por los niños, es en realidad para el narrador el vehículo privilegiado de una concepción simbólica de la vida.

Se puede leer en él una invitación del autor a encontrar el niño en uno mismo, dado que “todas las personas grandes han sido al principio niños (pero pocas se acuerdan)”.

La obra ha sido traducida a más de doscientas cincuenta lenguas y dialectos (siendo la cuarta obra con más versiones del mundo). Una cuestión más desconocida es la biografía de su autor. Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944) fue un escritor, poeta y aviador francés. Escribió otras obras, como “Correo Sur” (1929), “Vuelo de noche” (1931), “Carta a un Rehén” (1944)… Todas sus novelas contaban la historia de sus viajes convirtiéndolos en ficción y creando fantasías.

Antoine de Saint-Exupéry

En octubre de 1926, Antoine de Saint-Exupéry cumplió su sueño de ser piloto y su vida transcurrió sobre aviones entre el Sáhara, Argentina y Nueva York. En esta ciudad, unos años más tarde, esperaba poder volver a volar. Pero allí no era feliz. Durante las noches de soledad y melancolía escribía largas cartas a los amigos y en los márgenes o reversos les dibujaba un hombrecillo rubio, primero con alas, después con bufanda… Una especie de alter ego infantil, despeinado, que le permitía expresar aquello que a su personaje de escritor prestigioso y aviador adulto le habría costado decir. Algunos de estos amigos lo animaron para que, un día, diera vida propia a este chico. Así fue como nació “El principito”.

Su muerte es un misterio. Desapareció en una misión el 31 de julio de 1944, mientras realizaba un vuelo de reconocimiento para los aliados cerca de Marsella, y su avión no fue encontrado hasta el año 2004.


Leer sin reflexionar es como comer sin digerir”.

Edmund Burke (1729-1797). Escritor y pensador político británico.


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Los clásicos

¿Cuáles son los clásicos de la literatura universal? Esta es una cuestión que trae de cabeza a los teóricos literarios.

La definición canónica especifica que los clásicos son los autores de la literatura griega y romana; por lo cual autores como Miguel de Cervantes o William Shakespeare no deberían tener dicha condición.

 

Pero para muchas personas la definición de “clásico” puede ser más abierta y se plantean múltiples preguntas, como:

¿Qué es lo que convierte a un/a autor/a en clásico/a?

¿Qué diferencia hay entre un clásico y una obra de excelente calidad?

¿Cada época tiene sus clásicos?

 

Otra cuestión importante es si se debería hablar de autores/as clásico/as o de obras clásicas. A mí, particularmente, me gusta más hablar de obras clásicas, ya que no todas las obras de un/a autor/a importante tienen la misma relevancia. Hay autores/as de quienes se suelen leer siempre las mismas obras (que podrían ser clásicas) y no tanto las demás.

 

Tal vez se debería hacer una diferenciación entre los clásicos de la literatura griega y romana y el resto, porque cuando se habla de clásicos, muchas personas pensamos en autores/as más cercanos en el tiempo.

Podríamos hablar de clásicos contemporáneos, tomando como referencia las obras de autores/as de la época contemporánea. En términos históricos, la Edad Contemporánea se inicia el año 1789, con la Revolución Francesa. Por tanto, todas las obras escritas después de ese año podrían postularse como “Clásicos contemporáneos”.

Pero, por ejemplo, las obras de Miguel de Cervantes (1547-1616) quedarían fuera de ese grupo. En cambio, podrían inscribirse dentro de los “Clásicos modernos”, atendiendo a que la Edad Moderna se inicia el año 1453 con la toma de Constantinopla por parte de las fuerzas del Imperio Otomano (algunas clasificaciones sitúan el inicio de la Edad Moderna el año 1492 con el descubrimiento de América).

Sea como fuere, parece ser que una obra clásica es toda aquella que trasciende a su época y pasa a formar parte del inconsciente colectivo. Se trata de obras que, aunque hayan pasado muchos años, incluso algunos siglos, desde que fueron escritas, continúan estando presentes, siguen siendo leídas, son recomendadas o de obligada lectura en las escuelas… 

En otro sentido, también podríamos clasificar las obras clásicas en función de la lengua en la que fueron escritas.

Respecto a la lengua española, algunas obras clásicas, por citar solo unas pocas, serían “El Quijote” de Cervantes, “Rimas y Leyendas” de Gustavo Adolfo Bécquer, “La Celestina” de Fernando de Rojas, “El lazarillo de Tormes” (anónimo), “El buscón” de Francisco de Quevedo, “Los Pazos de Ulloa”, de Emilia Pardo Bazán, “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez, “El Aleph” de Jorge Luis Borges…

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«La lectura es para mí algo así como la barandilla en los balcones«.

Nuria Espert (nacida en 1935). Actriz de teatro, cine y televisión.

Libros Preferidos – Introducción

En esta Categoría he ido escribiendo, y seguiré haciéndolo, claro, sobre todos aquellos libros que, por una razón u otra, los considero mis Libros Preferidos. Se trata de libros que me han marcado; es decir, que los recuerdo de manera especial.

Hasta ahora, he escrito sobre libros que había leído hace algún tiempo, pero tengo previsto leer pronto algunos libros que, por las referencias que tengo, existe una probabilidad elevada de que también pasen a formar parte de la Categoría de Libros Preferidos.

Cuando los vaya comentando en esta Categoría, lo haré «a mi manera». Y voy a explicar a qué me refiero. Lo que pretendo hacer no son sinopsis al uso, en el formato habitual, no. Esta Categoría no se convertirá en una sucesión de sinopsis de libros que me han gustado, nada más lejos de la realidad. Mi intención no es limitarme a realizar un resumen de la obra, sino comentar estos libros desde diferentes vertientes. Es posible que incluya también una breve sinopsis, pero no será solo eso. Añadiré otras cuestiones que afectan de alguna manera a estas obras, como pueden ser las siguientes:

1. Biografía de la autora o autor. Será más o menos larga en función de la influencia o relación directa de su vida con la obra que escribió.

2. Contexto histórico. Explicación de las circunstancias históricas que rodearon la escritura de esa obra. Este aspecto cobra vital significación en algunas obras.

 

Por las razones comentadas, he denominado a esta Categoría con el nombre de “Libros Preferidos”. La hubiera podido denominar “Reseñas” pero, entonces, en mi opinión, habría faltado a la verdad; porque no las considero reseñas, sino más bien comentarios de libros.

En un principio, tenía previsto empezar esta categoría con la obra que, de todas las que he leído hasta el momento (y he leído unas cuantas), la considera mi Libro Preferido. Sin embargo, más tarde cambié de opinión. No me pareció buena idea empezar por el mejor, quizá porque le tengo tanto aprecio que no sabría ni por dónde empezar a escribir sobre esta obra. Así que finalmente he decidido que empezaré por otras obras que también me han cautivado, aunque no tanto como aquella.

A veces, me pregunto cuáles son las circunstancias que provocan que un libro determinado se convierta, no solo después de leerlo, sino ya mientras lo estás leyendo, en un Libro Preferido. Supongo que tiene mucho que ver con los gustos previos de cada persona. Además, a menudo se suele elegir como lectura libros que son de temáticas que ya sabes que te gustarán, tomando en consideración libros con similares características y que en el pasado te gustaron.

Cada persona tiene unos gustos y preferencias determinadas, esto es obvio. Y también resulta obvio pensar que a la hora de elegir un libro como próxima lectura elijas uno que, teniendo en cuenta las precedentes lecturas, pienses que te puede gustar. Esto si vas a lo que es o parece seguro. Pero no siempre es así.

Hay personas a las que les gusta, quizá de vez en cuando, leer una clase de obra que no coincide demasiado con sus gustos; pero deciden variar y probar nuevas lecturas. Y a veces surgen sorpresas gratificantes, cuando uno de esos “experimentos” sale bien y descubres que esa otra temática también puede resultarte sugestiva. Se trata de un momento importante, porque delante de ti aparece otra temática entera por descubrir, con una multitud de libros que desconocías, que tal vez no te hubieras atrevido a leer y que, si no te llegas a atrever a leer aquel, habrían quedado apartados, lejos de tu alcance. Y vete a saber qué buenos ratos y qué emociones te habrías perdido.

 

Hasta el día de hoy, entre todos mis Libros Preferidos he comentado algunos en esta Categoría. Pero seguro que vendrán muchos más. Así lo espero y así estoy impaciente por ir haciéndolo. Los comentados hasta ahora son los siguientes, en orden:

Como puede comprobarse y ya he comentado anteriormente, se trata de obras que fueron publicadas hace algunos años y que, quizás, podrían ser consideradas como “clásicos modernos”. Así que queda pendiente comentar alguna obra más reciente.

También queda patente que son obras de temáticas diversas. Dos obras podrían considerarse como libros infantiles, aunque están pensadas para cualquier clase de lector/a; me refiero a «El principito» y a «El diablo de los números». Otras dos obras pertenecen a la categoría de Psicología, como son “Psicopatología de la vida cotidiana” y “El hombre en busca de sentido”. Y la otra obra puede considerarse como histórica, aunque también es autobiográfica; me refiero a “El diario de Anna Frank”.

 

Como no puede ser de otro modo, te recomiendo que leas (o releas, si ya lo has hecho) los comentarios (no reseñas clásicas) que he escrito sobre estas obras.

 

Como siempre, deseo que te gusten.

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Para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro”.

Emily Dickinson(1830-1886). Poetisa estadounidense.