Hace tiempo leí una frase sobre el hecho de hacer un favor que me quedó grabada en la mente. Lo que no recuerdo es ni dónde la leí ni quién la había dicho o a quién se le atribuía. La frase en cuestión venía a decir que nunca debe hacerse un favor, ni siquiera a una amistad. Valga decir que se trata de una frase al menos un poco atrevida, la cual intentaré analizar a continuación.
Primeramente, la frase puede resultar extraña, dado que, en principio, siempre resulta agradable poder hacer un favor a una persona que lo necesita, quizás aún más si se trata de una amistad.
Tal vez la frase se refería a hacer un favor a alguna clase de personas. Si así era, quizás tenía razón. Porque, desgraciadamente, existen personas que más que decir que no se les debe hacer favores, habría que decir que quizá no se los merecen.
De caso aislado a costumbre
La frase quizás quería decir que si haces un favor a ciertas personas, estas tal vez se lo tomarán como una costumbre, más que como un caso aislado, que es lo que era en un principio. Y, a partir de ese momento, siempre que esa persona lo quiera o lo necesite, tendrás la obligación de hacerle un favor.
En este apartado existen dos grupos de personas:
- El primer grupo está formado por personas que te pedirán el favor de la forma más fría posible, sin darte ni las gracias, dado que, como he comentado, es tu obligación. Es como si desde ese maldito instante en que le hiciste el primer favor, aquella persona hubiera obtenido un derecho que le da permiso para pedirte favores, cómo y cuándo quiera.
- El segundo grupo de personas te pedirá el favor igualmente, pero al menos lo hará con cierta educación y gratitud. Te dirá frases como: «Esa vez me ayudaste mucho», «tú lo sabes hacer muy bien», «no sé qué haría sin ti», «es que en ti puedo confiar»… Al fin y al cabo, le acabas haciendo el mismo favor que a las personas del primer grupo, pero, al menos, te lo agradecen.
La costumbre de pedir
Existen algunos grupos de personas a los que puede resultar peligroso, por así decirlo, hacerles favores. Por ejemplo, existe la típica persona que va por el mundo pidiendo un favor, en forma de dinero, aunque a menudo en cantidades pequeñas, a casi todo el que se cruza en su camino. Son personas a las que todo el mundo conoce y está al corriente de esta costumbre. Lo que sucede es que ya te ha pedido en alguna ocasión y tú no le has querido dejar dinero; pero un día, quizás porque te ha hecho lástima, tal vez porque solo te ha pedido una pequeña cantidad, quizás porque… No sabes muy bien por qué razón, pero le acabas dejando esa pequeña cantidad. Conclusión: Ya la has pifiado. Basta con hacerlo una vez, una única vez, para pasar a formar parte del pequeño núcleo de personas que ya sabe que le pueden dejar dinero. Y una vez has pasado a formar parte de ese club resulta muy difícil salir de él. Basta con hacerlo una sola vez para verte “obligado”, a partir de ese momento, a hacerlo de vez en cuando, cuando esa persona quiera, porque ya te ha atrapado en su red de víctimas consumadas. Y para que le sigas dando, a menudo empleará alguna técnica, desde intentar encontrar un tema en común que os guste a ambos del que poder hablar, hasta decirte que te los devolverá en breve… Porque habría que tener presente que cuando he comentado que le “dejas” dinero, en realidad me refería a que le “das” dinero; porque ya puedes tener por seguro que ese dinero, poco o mucho, el que sea, ya no lo verás más. La falacia de que te lo devolverá te la puedes creer o no, esto ya forma parte de la inocencia de cada persona.
Y existe una cuestión que siempre me he preguntado, y es que no sé si estas personas realmente necesitan el dinero o si se trata de una costumbre que no pueden dejar de hacer, como si de una adicción se tratara.

Saber pedir un favor
Al contrario de las personas que forman parte de los grupos mencionados anteriormente, existen personas a las que les cuesta mucho pedir un favor. A veces es por vergüenza, en algunas ocasiones es por falta de confianza, a veces porque creen que solo las personas débiles piden favores, quizá sea porque no quieren reconocer que necesitan ayuda… Estas personas deberían aprender de aquellas. Las anteriores podrían dar clases de cómo hacerlo y estas tendrían la oportunidad de aprender de verdaderas personas expertas.
El resto de personas
Cabe decir que no todas las personas que nos encontraremos que nos soliciten un favor formarán parte de alguno de los grupos comentados. Existen personas que solo piden un favor cuando lo necesitan realmente. Y también existen personas que si les dejas dinero te lo devuelven. Quizás estas personas son la norma y los grupos comentados anteriormente son la excepción; al menos, me gustaría creer que es así.
Conclusión
Sería bueno que el hecho de que existan personas, conozcamos a pocas o muchas, que forman parte de los grupos comentados, no nos hiciera perder la ilusión de hacer un favor a una persona que lo necesita, siempre que esté dentro de nuestras posibilidades, sean económicas, físicas o mentales.
Y tú, ¿qué piensas?
¿Conoces a personas como las descritas en la publicación?
Me gustaría conocer tu opinión.
Arturo Pérez-Reverte (nacido en 1951). Escritor y periodista español.
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