Todas las personas tenemos costumbres. Cada una tiene sus propias costumbres. Quizás somos seres de costumbres.
A veces, se hace la diferencia entre buenas costumbres y malas costumbres. Una buena costumbre sería, por ejemplo, realizar ejercicio con regularidad. Otra sería llevar una dieta equilibrada. Respecto a las malas costumbres, estas podrían ser las que llamamos vicios, como fumar o comer demasiadas grasas.
También podríamos tomar en consideración otras costumbres, las cuales resultaría difícil calificar de buenas o malas costumbres, dado que no nos aportan mucho, ni bueno ni malo. Las podríamos llamar “costumbres inocentes”.
Pero no siempre son del todo inocentes. Y tal como intentaré demostrar a continuación, quizás podríamos definirlas como malas costumbres, al menos, como “inocentes malas costumbres”. Aunque después de lo que voy a exponer, el calificativo de inocentes me parece que sobrará.
La primera de estas costumbres que me viene a la cabeza es la de un hombre que tenía la costumbre de realizar cada día el mismo recorrido para ir al trabajo. Alguien pensará: “¿Y qué puede tener de malo?”. En principio, que lo haga una persona anónima no supone nada malo. Muchas personas realizan cada día el mismo trayecto de casa al trabajo. Pero si se trata de una persona pública, que lleva siempre escolta y que existe el peligro de sufrir un atentado… la cosa cambia. Me refiero a Luis Carrero Blanco, presidente del Gobierno de España en 1973. Parece que cada día recorría el mismo camino, el cual era conocido por sus enemigos, hasta que el 20 de diciembre de ese año un atentado puso fin a su vida.
Pero también me viene a la cabeza otra costumbre. Una costumbre que tienen miles de personas, a las que seguro que esta costumbre no les supondrá ningún perjuicio durante su vida. Pero hay una persona a la que sí perjudicó, y mucho, tanto a nivel personal como, sobre todo, a nivel profesional.
Es el caso del atleta español Bruno Hortelano (nacido en 1991). Dominador durante algunos años de la velocidad en España, obtuvo como máximo premio quedar primero en los Europeos de Atletismo del año 2016 en la prueba de los 200 m lisos. Ese mismo año, fue semifinalista olímpico, también en la prueba de los 200 m lisos. Tenía un futuro muy prometedor en el atletismo. Pero… ¿Qué sucedió? El día 5 de septiembre de 2016, cuando iba en un vehículo sentado en el asiento del copiloto, sufrió un accidente. La parte de su cuerpo que más sufrió fue la mano derecha. Y esto supuso casi el principio del fin de su carrera atlética. Alguien puede pensar: “¿Qué tiene que ver que sufriera heridas en la mano derecha con correr?”. Pues tiene que ver más de lo que pudiera parecer.
Pero, ante todo, me referiré a la inocente mala costumbre, o quizás no tan inocente, que lo originó todo. Al parecer, cuando iba de copiloto al vehículo, tenía la costumbre de sacar la mano derecha por la ventana del vehículo. Nunca ocurría nada, hasta que un mal día el vehículo sufrió un accidente y se lesionó algunos dedos de la mano derecha. Y su carrera atlética se detuvo.
En principio, podía parecer que todavía podía correr, a pesar de tener la mano derecha lesionada. Pero hay que tener en cuenta que en las carreras de distancias cortas (60 m, 100 m, 200 m) es muy importante la salida, en la que los atletas comienzan la carrera con las manos tocando el suelo y utilizándolas para darse impulso.
Bruno Hortelano, tras numerosas operaciones para intentar recuperar la movilidad de los dedos, volvió a la competición de alto nivel, pero, salvo algún éxito esporádico, nada ha sido como antes del accidente. A su regreso, una serie de lesiones (el tendón de Aquiles, pubalgia…) han continuado su sufrimiento. En una entrevista comentó que el accidente también le había provocado algún desajuste músculo-esquelético, lo que podría justificar estas lesiones.
¿Qué nos pueden indicar estas historias? ¿Que no debemos pasar siempre por el mismo sitio? ¿Que debemos vigilar dónde ponemos las manos? Quizás sí, o quizás no. Tal vez solo se trate de simples coincidencias. Quizá sean golpes de mala suerte. Habrá quien piense que se trataban de hechos que ya estaban prefijados en la existencia de estas personas, es decir, que en el destino ya estaba previsto que debían suceder.
Sea como fuere, tanto si pensamos que fue el destino, o la casualidad, o la mala suerte, quizás no estaría de más ser previsores y revisar nuestras “inocentes malas costumbres”.
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Karen Witemeyer, escritora estadounidense.