Alimentación, Literatura y Salud

Si te estás preguntando qué relación existe entre la alimentación, la literatura y la salud, sigue leyendo, porque en esta publicación se planteará y se comentará.

Mens sana in corpore sano

Los alimentos nutren el cuerpo, de igual modo que la literatura nutre la mente; y esta no es una cuestión de poca importancia. Para empezar, se podría recordar la conocida expresión en latín clásico “mens sana in corpore sano”, que podría traducirse como “una mente sana (se encuentra) en un cuerpo sano”. Extraída de uno de los poemas satíricos del autor romano Juvenal (siglo I d.C.), expresa la aspiración de un espíritu equilibrado en un cuerpo equilibrado.


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Alimentación y salud

La relación entre la alimentación y la salud es bastante destacable. Una buena alimentación resulta primordial para poder gozar de una buena salud; pero en sentido inverso resulta aún más evidente la afirmación, porque una buena salud es muy difícil de alcanzar sin una buena alimentación.

Cuerpo y mente

Por su parte, el cuerpo y la mente están fuertemente ligados. Si el cuerpo está bien nutrido, esto puede repercutir de forma satisfactoria en una mente bien nutrida. Y a la inversa, si se posee una mente bien reforzada, puede resultar más fácil alcanzar un cuerpo vigoroso. Si uno de los elementos no se encuentra conectado de forma adecuada con el otro, la persona no podrá gozar de un completo equilibrio. Por ejemplo, con una buena alimentación puede conseguirse un cuerpo fuerte; pero si la mente no está bien alimentada, se tratará de un cuerpo no totalmente equilibrado. En cambio, si le añadimos una mente fortalecida, por ejemplo, con la literatura, entonces sí podrá estar bien equilibrado.

Existe una afirmación que viene a decir que no solo de comer viven los seres humanos. Aunque se trata de una de las necesidades básicas esenciales (comida y bebida), una vez alcanzada los seres humanos necesitan otras aportaciones. Y una de las importantes es mantener bien “alimentada” la mente. Porque si comemos bien, pero no nos cultivamos (cada persona en la medida de sus posibilidades) será difícil llevar una existencia plena. Entonces, es cuando entra en escena la necesidad de cultura, una de cuyas máximas exponentes es la literatura.

Alimentación y literatura

Aunque la alimentación y la literatura poseen características propias diferenciadoras, permiten numerosas analogías, dado que los mundos de la alimentación y de la literatura están ligados de numerosas y variadas formas.

Así como no solemos comer siempre los mismos alimentos, sino que a muchas personas nos gusta la variedad, también podemos ir leyendo obras de diferentes temáticas. Cabe decir que todo el mundo es libre de leer siempre, si así lo desea, libros de una misma temática; porque también hay personas que casi siempre comerían una determinada clase de alimentos.


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Existen libros de muchos y variados contenidos, así como existen muchos y variados alimentos; por eso se podría decir que los libros de temáticas variadas que leemos son como las comidas variadas que comemos.

Los libros educativos, por ejemplo, podríamos asimilarlos a las hortalizas y verduras. Quizás no siempre apetecen, tal vez no gustan a algunas personas, pero son recomendables e, incluso, necesarias. Una situación habitual es el de aquellas personas que de jóvenes no había forma de que comieran algún alimento, por ejemplo, las acelgas (que son muy buenas para la salud, pero que no tienen muy buena fama); en cambio, de mayores las saborean con pasión, y sin la necesidad de que haya alguien que les recuerde sus beneficios ni la larga lista de propiedades. En el campo de la literatura, se asimilaría a los casos de personas que de jóvenes nunca leen un determinado género literario, por ejemplo, poesía, y que unos años más tarde disfrutan mucho con las obras de Antonio Machado o Pablo Neruda.

Existen alimentos difíciles de digerir si no los masticamos de forma adecuada, así como existen libros densos que se deben leer con cierta concentración y con la mente abierta.


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También podría comentarse la importancia de la dosis o ración. A veces, no tenemos mucha hambre y con una ración pequeña tenemos suficiente; pero en otras ocasiones nos apetece un buen plato, aunque tal vez no comamos nada más en aquella comida. Asimismo, a veces solo queremos leer durante un rato (quizás antes de dormirnos, hasta que nos demos cuenta de que el sueño nos está invadiendo). Pero hay ocasiones, quizás una tarde lluviosa en la que no tenemos ninguna obligación, que lo que más nos apetece es coger un libro y dejar que las horas vayan pasando en buena compañía. Del mismo modo, hay quien prefiere leer libros no demasiado voluminosos (quizás porque no le gusta dejar las cosas a medias). En cambio, hay personas que disfrutan mucho cuando tienen en sus manos una novela de quinientas páginas, tal vez porque saben que les proporcionará más días de placer.

Algunas obras están dirigidas a un público infantil o juvenil, de igual modo que algunos alimentos pueden estar, en principio, destinados a ser consumidos por personas jóvenes. Pero esto no quiere decir que aquellas comidas no las pueda deglutir una persona adulta, ni que aquellas obras literarias no puedan ser leídas por personas de cierta edad.

Algunas personas pueden llegar a aburrir un determinado alimento, quizás porque tuvieron una mala experiencia en el pasado; por ejemplo, alguien que nunca coma pollo porque de pequeño le picó uno. La casuística sería diversa. De igual modo, puede suceder que una persona no lea a algún autor o autora porque la única obra que leyó no le gustó. En estos casos, quién sabe si no valdría la pena volver a probar ese alimento o volver a leer a aquel autor o a aquella autora. Al menos, suele decirse que todo el mundo merece una segunda oportunidad.


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Comer más rápido o más despacio es una cuestión de hábitos; como leer lentamente o más velozmente. Las personas expertas recomiendan tomarse el tiempo necesario para poder comer de manera sosegada, masticando los alimentos las veces que haga falta. Respecto a la literatura, puede depender de la clase de lectura, aunque la calma acostumbra a ser buena aliada.

Casi todo lo que rodea a la acción de comer, como lo que rodea a la acción de leer, puede ser comparado. Hay quien es capaz de comer cualquier alimento en cualquier sitio, pero hay quien no come a gusto si no es con la mesa puesta, sentado y con tranquilidad. Con la lectura sucede lo mismo. Hay quien tiene la capacidad de abstraerse del ruido de un recinto lleno de personas y zambullirse durante unos pocos minutos en un libro, como si no hubiera nadie a su alrededor; pero hay personas que para leer necesitan estar completamente solas, sentadas en un confortable sillón y casi seguras de que nadie les molestará durante un buen rato.

No es recomendable abusar de algunas comidas, como aquellas que contienen muchas grasas o mucho azúcar, dado que podrían resultar nocivos para la salud. Pero ¿existen algunas temáticas literarias que sería aconsejable no leer con asiduidad? Como en otras muchas cuestiones, el sentido común puede ayudarnos a resolver esta y otras dudas. Pero, si no tenemos suficiente con el sentido común, podemos preguntar a las personas expertas en la materia.

Conclusiones

Se podría decir que los libros son el alimento del alma, porque esta también necesita cierta dosis de sustento nutritivo.

En la medida de lo posible, los tres elementos que conforman el título de esta publicación (la alimentación, la literatura y la salud) deberíamos mantenerlos bien presentes en nuestra vida.

Sería deseable un buen control de los tres componentes, para que el resultado final de la combinación sea lo más beneficioso posible para nosotros.


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Es un buen libro aquel que se abre con expectación y se cierra con provecho”.

Louisa May Alcott (1832-1888). Escritora estadounidense.

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