Saber decir no

A veces, pienso que saber decir no, cuando es necesario, es una cualidad que, desgraciadamente, no poseemos todas las personas. Quizás podría decirse que es una especie de arte, el cual algunas personas dominan a la perfección, mientras que otras desconocen totalmente.

Se trata de una cuestión que puede parecer superflua, pero que no lo es tanto. Porque a menudo, en nuestro día a día, nos encontramos en diversas situaciones en las que saber decir un “no”, sobre todo en el momento preciso, nos puede evitar muchos quebraderos de cabeza futuros. Pero precisamente aquí está el quid de la cuestión, en saber decir no cuando “toca”, no demasiado pronto, cuando todavía no nos han propuesto nada, porque parecería demasiado exagerado, como si nos estuviéramos curando en salud, y quedaría demasiado forzado; pero tampoco es bueno, quizás aún es peor, decir que no demasiado tarde. Porque si, en un principio, decimos que sí, después resultará muy difícil poder decir que no. Y si conseguimos decir que no, será demasiado tarde. Y habremos perdido toda nuestra credibilidad.

Respecto al tema que tratamos, podríamos decir que existen tres clases de personas:

– Personas que siempre dicen que no. Estas personas tienen la costumbre de decir que no, tanto si les pides un favor, aunque sea pequeño, como si les imploras ayuda, como en otras situaciones. Tienen la costumbre de decir que no y no puedes hacerlas cambiar de parecer. Pero en este grupo podríamos diferenciar dos subgrupos:

– Personas que siempre dicen que no y siempre quedan bien. Estas personas, valga la redundancia, personificarían el punto álgido, la cima, del saber decir no. Son personas que, aunque digan siempre que no, siempre quedan bien. Este es el punto donde se produce la cuadratura del círculo, es decir, que consiguen quedar bien. Son las personas que saben llevar ese arte hasta el punto máximo de la excelencia. Serían las personas de las que deberían tomar ejemplo las que forman los demás grupos. Serían las personas a seguir. Serían dignas de impartir cursos explicando cómo lo hacen.

– Personas que siempre dicen que no, pero no quedan bien. Estas personas se encuentran a medio camino de la excelencia. Solo les falta saber cómo quedar bien haciendo lo que hacen, es decir, decir siempre que no. Quizás con el tiempo aprendan a hacerlo. Tal vez todo dependa de la práctica.

– Personas que nunca dicen que no. Este grupo está formado por las personas que deberían aprender de las que forman el anterior grupo. Porque decir siempre que sí no puede llevar a nada bueno. Nunca decir que no supone que a menudo otras personas se aprovechen de ti. Porque la especie humana, al menos en teoría, parece estar hecha para aprovecharse, siempre que se pueda, de las demás personas. A veces, resulta difícil encontrar a una persona que, pudiéndolo hacer, no se aproveche de otra. Las personas de este grupo son las que pagarían gustosamente por poder ir a los cursos que podrían impartir las personas que siempre dicen que no y siempre quedan bien.

– Personas que a veces dicen que no. Este grupo está formado por las personas que dicen no cuando conviene. Son las que saben elegir el momento en el que es necesario decir no.

Respecto al saber decir no, hay una cuestión que siempre me ha intrigado. Me parece que se trata de una forma de actuar inherente a la especie humana. Supongamos el caso de una persona que siempre dice que sí, que pertenece al grupo de personas que no saben decir no. Y todo el mundo que la conoce sabe a la perfección, por experiencia propia, que nunca de la vida, pero que nunca, nunca, dirá no. Todo el mundo sabe que nunca dice no y todo el mundo espera que siga siendo así. A nadie se le ocurre que algún día pueda decir no. ¿Qué sucederá si, un buen día, por los motivos que sean (la luna, un eclipse, una alineación planetaria…) no se le ocurre otra cosa que decir no? ¡Dios nos salve! Según el talante de la especie humana, creo que esto es lo peor, o casi, que se puede hacer en la vida. Si esto sucede, todo el mundo (o casi todo el mundo) reaccionará de la misma manera. Todo el mundo se le echará encima, como si hubiera cometido un delito, pero no un pequeño delito, sino casi el mayor delito que pueda existir. Pero, ¿por qué razón reaccionarán así las demás personas? ¿Que no tiene derecho a decir que no? En principio, parecería que, como el resto de personas, sí tiene derecho a decir no; pero la idiosincrasia humana parece negarle esa posibilidad. ¿Por qué? Quizás porque, a base de decir siempre que sí, había sentado un precedente que se había convertido en una especie de ley, casi una ley divina, que no podía saltarse.

Y tú, ¿qué opinas?

¿Te has encontrado alguna vez en alguna de las situaciones comentadas?

¿A qué grupo de personas crees que perteneces?


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Cuando una persona escribe se da cuenta de lo difícil que es escribir incluso una novela mala

Esther Tusquets (1936-2012), editora y escritora española.

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