La palabra envidia proviene del latín “invidere”, compuesta por “in”, que significa “hacia dentro” y “videre”, que significa “ver”, “mirar”. Por tanto, la envidia sería mirar hacia adentro, pero con mala mirada, con hostilidad.
Otras definiciones de envidia podrían ser las siguientes:
– Sentimiento de tristeza o enfado que experimenta una persona que no tiene o desearía tener algo que otra persona posee.
– Pasión malsana que afecta más a la persona que la vive que a la persona que la despierta.
– Sentimiento o estado mental en el que existe dolor o desgracia por no poseer lo que tiene otra persona, sea bienes, cualidades superiores u otra clase de cosas tangibles o intangibles.

En la mitología griega, Eris era la diosa de la discordia y representación de la envidia. Era hija de la venganza y de los celos, es decir, era la fusión de Némesis y Ptono.
El filósofo griego Aristóteles definió la envidia como el dolor ante la visión de la buena fortuna de otra persona, provocado por aquellos que tienen lo que nosotros deberíamos tener.
Bertrand Arthur William Russell, filósofo, matemático y escritor británico (ganador del Premio Nobel de Literatura), dijo que la envidia era una de las causas más potentes de la infelicidad.
Jacques Lacan, psiquiatra y psicoanalista francés, decía que la envidia no se trata de desear el objeto que otra persona tiene, lo que la otra persona es, sino que la envidia se dirige al disfrute que le suponemos a la otra persona por tener ese objeto y no a lo que sabemos racionalmente.
En la actualidad, se intensifica la sintomatología relacionada con la envidia promovida por imágenes de disfrute y placer en las redes sociales.
La envidia es constitutiva del desarrollo del psiquismo humano y debe encausarse a procesos de integración y unificación de nuestra personalidad.
Lo que está claro es que la envidia es un sentimiento, no es un diagnóstico, no es una enfermedad. Puede debatirse si es una patología, o hasta qué punto es una patología.
Es importante destacar que es el único sentimiento que no termina con la muerte de la persona envidiada. Se la sigue envidiando incluso después de muerta.
La envidia es como un gusano que te carcome, que te va carcomiendo por dentro durante parte de tu vida y, en un momento dado, puede que no puedas resistirlo más y pierdas el control de tu conducta.
Para detectar la envidia en nosotros mismos, podemos hacernos las siguientes preguntas:
¿Deseo tener los bienes materiales, intelectuales o físicos de otras personas?
¿Distraigo mis pensamientos en comparaciones sobre lo que tienen otras personas?
¿Alguna vez he deseado que otras personas no tengan sus bienes porque yo no los tengo?
Clases de envidia
Según algunas personas expertas, podríamos distinguir dos clases de envidia, la envidia maliciosa y la envidia benigna o envidia sana.
Envidia maliciosa. Es una emoción desagradable que hace que se quiera derribar a la otra persona.
Envidia benigna o sana. Aunque sigue siendo una emoción negativa, en el sentido de que resulta desagradable, podría proporcionar emulación, motivación de mejora, pensamientos positivos sobre la otra persona y admiración. Esta clase de envidia implicaría el reconocimiento de que otras personas son mejores y haría que la persona aspirara a ser igual de buena. Hay que decir que muchas personas expertas afirman que la envidia sana no existe en realidad y que no es otra cosa que admiración.
La envidia en el Cristianismo
La envidia es considerada por la Iglesia católica como un pecado capital porque genera otros pecados. El término capital no se refiere a la magnitud del pecado, sino a que da origen a otros muchos pecados y rompe el amor al prójimo que proclamaba Jesús.
El sexagésimo cuarto Papa de la Iglesia católica, San Gregorio Magno, fue quien seleccionó los siete pecados capitales. La soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza son las siete pasiones del alma que la tradición eclesiástica ha fijado como «pecados capitales». En contraposición a estos siete pecados capitales, existen las siete virtudes, cada una confrontada a un pecado capital y que, en orden, serían la humildad (en contraposición a la soberbia), la generosidad (en contraposición a la avaricia), la castidad, la paciencia, la templanza, la caridad y la diligencia.
La caridad, en oposición a la envidia, consiste en desear siempre bien a la otra persona. Y ese deseo o búsqueda del bien del otro puede llegar incluso a heroico cuando se procura el bien de la otra persona, antes o por encima del bien propio.
La Biblia incluye un suceso fruto de la envidia. El primer caso de envidia que podemos encontrar en la Biblia, lo encontramos en el Génesis. Se trata de la envidia que sintió un hermano sobre el otro hermano, es decir, la historia de Caín y Abel. Y esa envidia que sentía Caín sobre Abel era tal que lo llevó a cometer el primer homicidio de la historia, según la Biblia.
Curación de la envidia
Sabemos que muchas enfermedades tienen curación. Si son físicas, con medicamentos; si son psicológicas, con medicamentos y/o psicoanálisis. Pero si la envidia no es una enfermedad, sino un sentimiento, ¿significa esto que no tiene cura? ¿Las enfermedades se intentan curar y los sentimientos se intentan cambiar, alterar o mejorar? Las personas expertas discrepan al respecto.
Determinados especialistas afirman que la envidia es incurable. Pero otros consideran que puede modularse, sobre todo en aquellos casos en los que la persona envidiosa ya está en tratamiento psicológico por otras causas. Estas podrían asumir sus limitaciones, apreciar lo que tienen, no fijarse siempre en las demás personas y aprender a gestionar la frustración.
Para intentar eliminar la envidia, si es posible, hay quien recomienda seguir los siguientes cuatro pasos:
1. Reconocer la emoción y qué la provoca.
2. Observar qué comportamiento nos genera.
3. Focalizarse en uno mismo y no en los demás. No compararse.
4. Centrarse en las fortalezas propias, sin menospreciar el éxito de los demás.
Y tú, ¿qué opinas sobre la envidia?
Me gustaría conocer tu opinión.
Apúntate al Boletín y el día 23 de cada mes recibirás un correo con la nueva Publicación.
Consulta el Índice de contenidos, la guía para localizar todas las publicaciones de la web https://www.santosbalasch.cat.
“Nunca se acaba de aprender a leer. Tal vez como nunca se acaba de aprender a vivir”.
Jorge Luis Borges (1899-1986). Escritor, poeta y ensayista argentino.