Por qué escribo (1ª parte)

En una ocasión, una persona me preguntó por qué escribía. La verdad es que, supongo que fruto de las circunstancias que rodeaban el momento, no supe muy bien qué responder. Más tarde, empecé a reflexionar sobre aquella cuestión.

La respuesta sencilla podía haber sido “porque me gusta”. Habría sido una respuesta muy breve, pero no habría dejado de ser cierta, aunque no habría sido completa, ni mucho menos.

Llegados a este punto, me parece que sería bueno explicar las circunstancias que hicieron surgir aquella cuestión.

De aquello ya hace algunos años. Hacía poco tiempo que me había empezado a tomar esto de escribir de otro modo. Hasta entonces, había mantenido esta afición casi en secreto. No mostraba mis escritos a nadie, no sé si por vergüenza o por alguno otro motivo. Fuera como fuera, había decidido que había llegado el momento de compartirlo con otras personas. Y una de las primeras formas que se me ocurrieron fue la de enviar relatos a premios literarios.

Pronto pude visualizar los primeros resultados. Uno de los relatos fue elegido para formar parte de una antología que se publicó con una selección de los relatos que habían recibido en aquella convocatoria del concurso.

Todavía recuerdo, como si hubiera sucedido ayer mismo, el momento en qué leí el correo electrónico mediante el cual me comunicaban que el relato que había enviado formaba parte de los seleccionados y que integraría la antología. Fue una gran alegría, dado que, hasta aquel momento, nunca habían publicado nada de mi autoría (con una excepción puntual, la explicación de la cual no viene a cuento en este momento).

No había ganado el premio, pero, como mínimo, publicarían mi relato. Y aunque no recibiría ninguna compensación económica, me hacía mucha ilusión. Tampoco me darían ningún ejemplar de la obra; si la quería tener, la tenía que comprar. No es extraño llegar a la conclusión que, por supuesto, la adquirí.

Cuando unas semanas más tarde la tuve en mis manos, lo primero que hice fue buscar la página en la que aparecía mi relato, dado que no había visto nunca mi nombre escrito al pie de un relato publicado.

Al cabo de unos días, llevé el libro al trabajo, para mostrarlo a los compañeros y compañeras. Primero lo enseñé al personal del mismo departamento y después fui a mostrarlo a algunos de los jefes de la empresa. Después de que estos lo vieran, se me acercó un compañero de trabajo y me preguntó si me habían pagado por haber aparecido el relato publicado. Al responderle con una negación, fue cuando soltó la pregunta clave: “Entonces, ¿por qué escribes?”.

Ya he comentado al principio que en aquel momento no supe qué responder. Supongo que estaba tan contento, y el resto de personas solo me habían felicitado, sin referirse a otros aspectos, que aquella pregunta me sorprendió.

No recuerdo con exactitud cómo finalizó la conversación. Supongo que cada cual volvió a su puesto de trabajo. Al principio, me dolió un poco que me hubiera hecho aquella pregunta, pero solo durante un rato, porque después me alegré de que me la hubiera hecho; sobre todo porque me “obligó” a plantearme ciertas cuestiones y me ayudó a ser consciente de algunas otras.

Explicar las reflexiones en esta misma entrada la haría demasiado larga, así que todo aquello formará parte de otra publicación que ampliará el contenido de esta.

 

Continua en «Por qué escribo (2ª parte)».

Un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma”.

Cicerón (106 a C-43 a.C.). Escritor, orador y político romano.

Apúntate al Boletín y el día 23 de cada mes recibirás un correo con la nueva Publicación.

¿Qué te ha parecido la publicación?

Me gustaría saber tu opinión.

Puedes escribir un comentario a continuación.

Deja un comentario